martes, 8 de noviembre de 2011

Princesas en mundos opuestos

Llega un momento, en el que todo parece ir en tu contra.
Cierras los ojos, cuesta respirar. Son casualidades que sin querer, te desmoronan, convierten tu sueño en una pesadilla triste y fría, que nadie se ha preocupado de escuchar.
Te escondes, sientes que nadie puede entenderlo, oyes sus gritos, el eco de su dolor detrás de tus oídos.
Y duele, tienes que esperar, aún queda mucho para poder ayudarlos…
Son mundos diferentes. En uno de ellos, ha nacido una niña. Es hermosa, tiene la piel rosada y los ojitos abiertos a miles de personas que la quieren y le abren los brazos para cogerla.
En otro mundo, ha nacido otra pequeña... pero ella, es diferente.
Su piel tostada se raspa con el contacto de unas manos ásperas que la cogen con cuidado falso. Allí tener un bebé no es algo digno de celebrar, sino más bien, de lamentarse… porque no sabes si sobrevivirá más de dos meses.
La primera niña crece rodeada de gente que la quiere, aprende a gatear, y después a andar, con la compañía de unas manos que evitaran en todo lo posible que caiga.
Tiene un cuarto precioso, todo de rosa con sus princesas favoritas y con miles de juguetes, peluches y puzzles, que la mantienen entretenida todo el día, haciéndole reír, pensar y soñar…
La otra pequeña, aprende a andar rápidamente, a pesar de que sus piernas no están preparadas para hacer grandes esfuerzos… a su madre no le ha subido la leche, era la quinta criatura a la que ha dado a luz, y apenas tienen con qué alimentarla. Por ello, la niña sobrevive gracias a una de sus vecinas, que accede a amamantarla con lo poco que tiene. Ella no tiene ningún cuarto, duerme con uno de sus hermanos en una esterilla sobre el suelo. No hay ningún juguete a su alcance, ella no necesita desarrollar su mente, pues solo importa la fuerza que llegará a tener algún día en los brazos…
La primera niña crece, los años pasan. Va a una bonita escuela, con ropa limpia todos los días. Aprende, tiene amigas, ya sabe leer y escribir. Le encanta pintar, los Reyes le trajeron por Navidad una gran maleta llena de todos los lápices y rotuladores del mundo, justo lo que ella quería, porque ha sido una niña muy buena. Así todas las tardes se dedica a pintar lo primero que se le ocurre.
A su vez, la otra pequeña también crece. A sus seis años de edad, lleva dos trabajando en una mina. Todas las mañanas se levanta muy temprano, y en compañía de sus cuatro hermanos camina kilómetros enteros hasta llegar a una cueva oscura y fría, donde se pasa todo el día tirada en el suelo escarbando en la roca, metiendo sus pequeñas manos por minúsculos huecos sobre la piedra, extrayendo así metales que se venderán en otros países por miles de billetes… y ella, gana la cuarta parte en céntimos que le permitirá comprar una barra de pan.
No va a la escuela, no sabe leer ni escribir. No tiene tiempo de jugar con ningún niño, todas sus energías quedan entre las rocas de la mina, y regresa cada día arrastrándose hasta su casa, donde sigue trabajando. No puede permitirse más ropa que la que lleva puesta, y solo el mayor de sus hermanos lleva algo parecido a zapatos…
El tiempo sigue transcurriendo, lenta e inexorablemente. La primera niña, a sus diez años, saca unas notas brillantes, es guapa, tiene las mejores amigas y a pesar de que lo tiene todo, siente que algo le falta… para ser una verdadera princesa, que es lo que ha visto desde niña, necesita encontrar a su príncipe azul… es el punto clave para alcanzar la perfección, y eso es lo que verdaderamente necesita.
La otra pequeña también crece con el tiempo, y gracias al duro trabajo de todos sus hermanos todavía no ha muerto de hambre, como le pasó a la mayoría de los niños que de chica conoció.
Hace un año que dejó de trabajar en la mina, para aprender las labores en su casa y cuidar de sus hermanos más pequeños, ahora que son nueve en la familia. Debe aprender a ser una buena mujer y someterse al hombre, porque dentro de unos años deberá casarse y formar una familia. Así dará dinero a sus padres y sus hermanos pequeños tendrán de qué comer.
Camina kilómetros enteros para recoger agua de un pozo que la mayoría de veces encuentra seco. Hace dos meses que el menor de sus hermanos murió, al no tener qué llevarse a la boca, y su hermana más pequeña lleva días enferma, porque al parecer algún alimento no le sienta bien…, pero es lo único que tienen.
Los años transcurren, ambas niñas siguen creciendo.
La primera de ellas está a dieta, se ve demasiado gorda, y si quiere encontrar un buen novio necesita ser superior y mejor que las demás: eso, es lo que ha leído en las revistas que ella y todas sus amigas compran. A sus treces años, a perdido dos kilos y ha tenido tres novios. Todos ellos eran estúpidos, no entendían que deben tratarla como a una princesa y no dejarla tirada la mayoría de las veces. Aún así, está segura de que eso pronto cambiará. Ha descubierto un método infalible, que sus padres no deben saber. Vomitando lo que come, consigue parecer más delgada.
La segunda niña, también ha cumplido sus trece, y aún llora la pérdida de su hermana más pequeña. El mayor de ellos escapó en una patera, y ahora hay menos dinero en la casa. Por ello, van a casarla con un hombre llegado de fuera, a cambio de algunas monedas, y así ella tendrá su familia. Se ha pasado noches enteras llorando su desgracia, porque a pesar de lo que su madre dice, ella no entiende ni puede verse junto a un hombre de cincuenta años, lejos de su familia y de su hogar…
El reloj continúa girando, las manecillas se mueven lentamente, durante años…
La primera de ellas contrajo anorexia, se pasaba las noches llorando por lo fea y gorda que se sentía, cuando en realidad su estómago suplicaba comida. Su cuarto novio tenía siete años más que ella, le prometió que lo suyo duraría para siempre, y por ello la chica aceptó acostarse con él. A los pocos días se fue, dejándola embarazada, por lo que tuvo que abortar ante el desconcierto de sus padres. A sus diecisiete años, fuma desde los catorce y no hay noche en que no llegue borracha de alcohol. Dejó los estudios y ahora, el único motivo por el que aún no está tumbada sobre una camilla en un hospital, es la psicóloga que viene a verla cada tres días. Ella no es feliz, sufre, y ha llegado a la conclusión de que su mayor sueño es morir. No le importa lo que digan sus padres, ni su familia, ellos no la comprenden, solo quiere desaparecer… Su vida ha sido demasiado injusta…
La segunda niña lleva casada varios años con un hombre que no la quiere. Su primera relación sexual la tuvo sin haberle llegado la regla aún. Sufrió varios abortos que lamentará toda su vida haber tenido, a causa de los golpes y el maltrato de su marido. A sus diecisiete años, ha tenido tres hijos y todos ellos trabajan desde por la mañana en una mina. No ha vuelto a saber de su familia, ni siquiera si el dinero les llegó. Ella no sabe lo que es ser feliz, porque no cree que haya más que eso, y a pesar de llorar todas las noches y trabajar hasta caer rendida para después satisfacer las necesidades de su marido, no se atreve a quejarse, porque tiene con qué alimentarse, pero sobre todo, con qué alimentar a sus hijos. Aunque morir sea lo más fácil, y quizás con lo que lleva soñando desde hace tiempo, nunca jamás se rendirá, después de todo lo sufrido. Ella tiene hijos a los que alimentar, y no está dispuesta a abandonarlos…
Además, ahora vuelve a estar embarazada y hará todo lo posible por no perderlo.
Lo que ella no sabe, es que sus esfuerzos serán en vano. Hace mes y medio que contrajo el sida, y allí no hay nada ni nadie que pueda ayudarla.
Aún no sabe que ni ella ni su hijo, durarán menos de un año…
Ambos mundos diferentes, dispuestos a nunca encontrarse. Gente que lo tiene todo, y que sin embargo no sabe apreciarlo. Gente que no tiene nada, saca de donde no hay… y que ante todo, viven esclavos de la necesidad de llevarse algo a la boca.
Lo peor de todo esto, es que esos dos mundos viven uno pegado al otro, pero pocos son los que pasan la frontera. Unos, solo piensan en sí mismos. Otros, no tienen posibilidad alguna de cambiar por sí solos su triste existencia.
Ambos, sufren porque no son felices.
Ninguno sabe que se necesitan mutuamente para conseguirlo…



Escrito por: Alhara